El dibujante catalán, Premio Nacional del Cómic en 2007, participa esta tarde en una nueva sesión del ciclo 'La Música Contada', ocasión que aprovechará para presentar su trabajo y sus aficiones.
En su DNI figura el nombre de Francesc Capdevila (Barcelona, 1956), pero en sus tebeos firma como Max. Padre fundador de El Víbora, ilustrador de éxito y autor de muchas de las mejores páginas de cómic que se han publicado en nuestro país, Max comparece hoy a las 20:00 en la Sala Gades para hablar de música y de tebeos, claro.
-¿Tiene preparada su charla de esta tarde? ¿Qué va a contar?
-Sí claro, me he preparado una serie de temas musicales, contaré un poco mi carrera como dibujante y la música que la ha acompañado y proyectaré varias imágenes de mis trabajos.
-¿Suele escuchar música mientras dibuja?
-Siempre escucho música mientras dibujo. Dibujar requiere muchas horas sentado frente al tablero y la música lo hace todo más llevadero.
-¿Algún estilo o artista en especial?
-Bueno, soy un poco ecléctico en cuanto a la música que escucho. Eso sí, no suelo escuchar ni jazz ni música clásica; sobre todo pop, folk y blues... bueno, un poco de todo.
-Su último trabajo, El piano rojo, es una visita al mundo del músico francés Pascal Comelade.
-Sí, conozco personalmente a Pascal desde hace varios años y sigo su música. El tebeo pertenece a una colección de libro-discos . Los dibujantes que han trabajado antes en esta colección han optado por hacer biografías de los músicos, porque eran artistas de los años 40 o 50, o historias sobre las letras de sus canciones. Pero Pascal es demasiado joven para una biografía, y su música es instrumental, así que lo que he hecho es basarme un poco en las cosas que sé que le interesan para dibujar el cómic. Él es francés, pero es heredero de Sisa, Pau Riba... La historia es un periplo ficticio por un país ficticio, con muchas referencias al mundo de estos lunáticos, a cosas como Tintín, que nos gusta mucho a los dos... algo clásico, de aventuras, con mucho humor.
-¿Qué tienen en común el músico y el dibujante?
-Bueno, si lo circunscribimos a una época, desde las dos últimas décadas del s. XX hasta nuestros días, pues algo hay. Esa figura rebelde, underground... el prototipo del artista bohemio. Pero las chicas y los fans son paras las estrellas del rock, no para los dibujantes de cómic, eso sí está claro.
-¿Cómo le ha repercutido la concesión del Premio Nacional del Cómic en 2007 ?
-Hay una repercusión real, que es que he ampliado mi círculo habitual, me ha dado una especie de segunda vida como conferenciante, me solicitan para dar infinidad de charlas. También es cierto que el libro premiado ha tenido un subidón de ventas, pero poco más. La industria del cómic sigue siendo frágil, necesita urgentemente más lectores. Aunque poco a poco hay más, eso sí, se está saliendo del gueto de la librería especializada... pero hace falta más para que la mayoría de los dibujantes se ganen la vida con su trabajo.
-¿Queda mucho trabajo por hacer?
-A nivel creativo España siempre ha sido una punta de lanza, pero todavía no se ha encontrado la manera de encontrar el cauce para que no sea un mundo restringido de los muy aficionados. Está mejorando, pero sí, queda un trecho por recorrer.
-El asentamiento de la novela gráfica como formato de publicación ayuda bastante.
-Sí, eso es bueno. El término de novela gráfica no me parece mal, pero estaba asociado a un contenido adulto, con ambición. Pero claro, es una etiqueta de un formato, como dices, y nos venden tebeos de superhéroes con esa denominación. Pero no voy a discutir, bienvenido sea si nos ayuda a todos. No me suelo quejar demasiado, pero puede que en el mundo del cómic nos haga falta un pequeño star system, como lo hay en la literatura, esos cuatro o cinco nombres que ayuden a los editores a vender. En fin, el cómic tiene su crisis particular dentro de la crisis habitual del mundo de la cultura.
-Como antiguo editor sabrá un poco de esto.
-Sí, paramos Inrevès hace dos años. Mi compinche en esto era Pere Joan. Fue una labor que creímos necesaria porque en ese momento no había editores que publicaran material de vanguardia. Pero empezaron a surgir editores que ya han asumido este campo, y como no somos editores vocacionales, no quisimos competir por la pequeñita tarta de mercado que hay. Ahora sólo mantenemos las ediciones de Maus en catalán y en gallego, estamos preparando una en euskera. Pero el panorama de la edición se ha animado mucho, creo que tuvimos algo que ver, plantamos una semillita y ahora todos recogemos sus frutos.
-¿En qué está trabajando ahora?
-En el nuevo libro de Bardín, pero acabo de empezar. Todavía me tiraré un año, o año y medio con esto.
-Todavía no se ha cansado de Bardín, como pasó con Peter Pank o Gustavo.
-Es cierto. Es un arma de doble filo, porque los personajes ayudan a crear un vínculo muy fuerte con el público. La pega es cuando se da la vuelta a la tortilla y eres prisionero de tu personaje. Llegué a ese punto con otros personajes, pero con Bardín no ha pasado eso. También porque diseñé a Bardín para que fuera un poco más imprevisible.
-Diseñó el logotipo del centenario del F.C. Barcelona. ¿Está disfrutando este año?
-No soy muy un aficionado, pero emocionalmente soy del Barça. Nací al lado del campo y el ambiente lo viví desde pequeño, pero no lo sigo mucho. Hombre, el partido contra el Real Madrid, sí, claro. Pero este año todo va bien, ¿no? Esperemos que termine así.